Al rato pues Sancho se fue, y yo pues obviamente no lo iba a perseguir, por lo tanto me quede acompañando a Don Quijote. Ya era muy tarde, y Don Quijote se quedó dormido. Yo me pusé a pensar que Sancho probablemente se iba a tardar, y que además Don Quijote se había dormido y que nada interesante sucedería pronto; por lo tanto aproveche el momento y me quedé dormida.
Al día siguiente me despertó una serie de gritos, de los cuales reconocería su provinencia a miles de kilometros de distancia; eran los del magnifico Sancho Panza. Gritaba señalandole a Don Quijote a unas jovenes y bellas labradoras, diciendo que alguna de ellas era Dulcinea. Yo como estaba cuerda, al instante supe que Sancho estaba tratando de engañar a Don Quijote, porque yo perfectamente sabía que ninguna de esas era la fea de Aldonza Lorenzo. Me dió un poco de risa al ver que las labradoras se asustaron tanto con los gritos de Sancho que salieron corriendo.
Don Quijote, supongo que en parte decepcionado, se puso a hablar con Don Quijote y luego empezó a recoger sus cosas, y me di cuenta que ya era la hora de partir hacia una nueva aventura.
Comenzamos otro largo e impredesible viaje. Caminamos y caminamos un largo rato. Hacía un calor horrible, lo cual hacia que me pusiera de mal humor. Eso se viene acercando una carreta, con unos hombres vestidos de negro, un poco atemorizantes, pero nada extraordinario. Me extraño ver a personas disfrasadas de negro a pesar del calor que hacia. En eso solo se escucha el grito más desesperado que jamás pude haber escuchado provenir de un caballero y su escudero. Sancho y el hidalgo gritaban: ¡LA MUERTE! Desesperados se cubrian los ojos, se abrazaban entre ellos y perplejos gritaban como salvajes. Los hombres de la carreta al ver que estaban matando del susto a estos caballeros, se detuvieron y les contaron lo que sucedía, y de que no debían temer. Les dijeron que ellos eran unos actores que interpretaban a la muerte en una obra de teatro, que acababan de salir, y de que no les había dado tiempo de cambiarse sus terribles y fantasmagoricos trajes.
Después de este extraño acontecimiento no caminamos mucho, avanzamos muy poco. Nos situamos bajo unos arboles esperando a que ya fuera la hora de dormir. Yo me puse a comer, mientras Sancho hablaba con Don Quijote. Del monton de cosas que dijeron, lo que logre captar fue que estaban haciendo una comparación de la vida con la comedia. Esta comparación no lo entendi, pero no me importo. Segui escuchando sin poner ni muy poca, ni demasiada atención. Al rato, Sancho le empezó a decir que gracias a él, y a los viajes que había realizado siendo su escudero, el había aprendido muchas cosas sobre como ser un verdadero caballero. Eso me pareció conmovedor, pero sin embargo, estaba tan cansada que ya nada me emocionaba.
Todos estabamos relajados y bien acomodados, cuando de pronto escuchamos a un hombre en las lejanias. Era otro caballero andante, el cual se hacia llamar, "El caballero del bosque". Este caballero, se fue poco a poco acercandose a nosotros cuando reconoció a Don Quijote. Cuando llego, saludo cordialmente a los caballeros, y se pusieron a hablar. Los escuderos de ambos escuderos también crearon amistad y se comenzaron a hablar. Hablaron y hablaron , hasta que ya no los pude escuchar más, que me puse a escribir un rato este en pequeño diario.
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