
Capítulo 11
He estado siguiendo a Don Quijote paso por paso, si quitarle siquiera un ojo de vista. Ha sido un viaje bastante agotador, divertido, pero hay momentos en los cuales por las barbaridades que dice este hombre, uno simplemente se queda pensando el como alguien puede ser tan zoquete.
En "nuestro" trayecto nos encontramos a unos hombres los cuales decían que eran de profesión cabreros. Estaban cocinando, y yo por dentro sentía ese inexplicable deseo de agarrar esos tasajos; pero no tuve que conformarme con mi humilde manzanita. Nunca había sentido tanto deseo de comer algo tan común y silvestre como es la carne.
Se sentaron todos a comer y en eso vi que Sancho y nuestro viejo "caballero" se pusieron a charlar. Según lo que mis entrometidas orejas lograron escuchar, fue que Sancho quería comer solo, pero Don Quijote lo obligo a quedarse. En eso se sentaron a comer, y yo con la boca derretida, veía como engullían esos deliciosos y jugosos trozos de tasajo.
En eso, con unas bellotas en la mano se pone de pie nuestro querido hidalgo, y se pone a decir puras tonterías. Nada concordaba, era irreverentemente ilógico y bobo. Esto por fin me hizo saber que este señor no tiene las cuerdas de su cabecita bien puestas.
Después de que su palabrería, llegó otro cabrero. Era muy joven, y por cierto extremadamente atractivo. En eso se puso a cantar a petición de los otros. Estuve a punto de derretirme por tanta belleza y perfección.
Cuando terminó, todos se fueron a dormir. Sancho le puso curaciones en la oreja a Don Quijote, y luego se fueron a dormir.
Por fin llegó mi momento de descansar. Se que tengo que seguir luchando, pero asi lo haré; para luego yo Marta Enríquez ser la periodista más reconocida del planta y del universo entero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario