sábado, 9 de abril de 2011

Capítulos 31, 32 y 33

Después de la terrible desilusión que tuve anteriormente, no estaba segura si era necesario que siguiera continuando con esta travesía, si valía la pena seguir haciendo algo lo cual ya no tenía validez o importancia que podría tener si ese zopenco no se hubiera entrometido y escrito algo a lo cual yo le había dedicado tanto tiempo de mi vida. Algo en mi, no supe entender bien, hizo que en mi surgieran unas ganas increíbles por seguir haciendo lo que estaba haciendo, a pesar de que estuviera enojada y frustrada, algo en mi me hizo seguir como si nada hubiera pasado.
Después de "superar" esta etapa y decidir seguir adelante, me enfoque en que era lo que había pasado con Don Quijote y su relación con los duques. Me las arreglé disfrazada de mucama para poder entrar al castillo de los duques, y de esta forma poder ver el trato que le daban al hidalgo. Me sorprendí mucho, ya que todos lo trataban de la misma forma a la que se describía en sus libros. Esto claramente me hizo pensar que los duques querían hacer sentir a Don Quijote aunque ellos supieran toda la verdad, sin embargo, no me importó porque lo primero que pensé fue que ellos estarían ayudándole a Don Quijote a que sus sueños y fantasías fueran reales por tan solo un momento. Después, hubo una cena, hubo momentos en los que casi me estalló de la risa. Simplemente no me podía controlar en los momentos en los que Sancho avergonzaba a don Quijote, o en un momento en que la Duquesa le pregunto sobre Dulcinea. En la mesa se encontraba con ellos un cura, el cuál, casi a punto de finalizar la cena, se puso a decirle a Don Quijote que el era un bueno para nada, que estaba loco, que era un demente el cual vivía en un mundo fantasioso. Le decía que era un ridículo inventor. Eminentemente, Don Quijote se puso de pie, sin disgustarse fuertemente lo cual me sorprendió, y se puso a dar un discurso sobre la caballería, sobre la belleza e importancia de la caballería. Fue un discurso tan impactante, que hasta a mi me motivó.
Después de este discurso tan sorprendente, sucedió algo a un más sorprendente, el Duque le dijo a Sancho que el le daría la ínsula prometida por Don Quijote. No logró comprender en verdadero significado, seria todo esto una broma o sería que realmente los duques están un "poco" dementes y planean realmente darle una ínsula a ese tonto de Sancho. Algo tramaban estos duques, no se exactamente que era, pero algo tenían que estar tramando, esto simplemente no podía ser verdad.
Al rato, supe por fin que yo tenía razón, esto era una trampa, y solo querían burlarse de Sancho y de Don Quijote. Me di cuenta de esto porque las doncellas le empezaron a lavar la cara a Don Quijote y supuestamente se les acabo el agua y le habían llenado la cara de jabón a Don Quijote. Obviamente los duques se estallaron de la risa y yo como lo note. Don Quijote no notó lo que sucedía, por lo tanto no le dió importancia.
Después de esto, empezaron a hablar de la fea Dulcinea. La Duquesa le preguntó a Don Quijote que si Dulcinea era real, y el por supuesto, envuelto en su amor irreal le contesto eminentemente que si. Hablo maravillas sobre esa cosa fea, y decía que todas aquellas veces en las que se hablaba de ella como alguien feo, era por producto de la maldad de los encantadores. Después de tanto hablar de ella, decidió irse a dormir.
Sancho se quedó hablando con los duques, a quiénes el les confeso no haber visto nunca a la tal Dulcinea del Toboso y . En eso otra broma surgió, la cual Sancho no percibió del todo; la duquesa le dijo a Sancho que Dulcinea si existía realmente y que el no podía andar diciendo esas cosas. Sancho se la creyó de todas todas y rápidamente se retiro a su habitación. Yo estaba a punto de irme, cuando escuche a los Duques planear una broma caballeresca a ese par de tontuelos. Lo único que podía pensar es: "Que duques tan malvados y burlistas". Solo se burlaban de ellos. No sabía de que se podría tratar la siguiente broma, pero algo me decía que sería una broma un tanto pesada.

1 comentario:

  1. Creo que vas viendo el límite de la broma, el límite entre lo que debe y no debe ser. Pareciera inofensivo al principio, pero luego se torna duro y pesado, sin alma, sin principios. Algo profundamente oscuro y negro.

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