Cuando estaba a punto de partir hacía el pueblo de la Mancha, me encontré a Don Quijote y a Sancho, colocando las armas de Don Quijote sobre el asno de Sancho y él subiéndose en Rocinante a punto de partir. Decidí que sería lindo seguirlos por una última vez y escucharlos hablar ridiculeces por una última vez. Empezamos el camino. Era un camino bastante tranquilo. Me reía al escuchar a Don Quijote regañar por tonterías a Sancho. Mientras íbamos caminando, nos encontramos Tosilos, el que iba a ser el que combatiría con Don Quijote cuando estábamos en la casa de los Duques. Fue un hombre muy amable y les ofreció comida. Sancho claramente no se negó debido a que es un glotón, pero me dio tristeza ver a Don Quijote negarse a la comida. Tanta era su depresión y tristeza que se negaba a comer. Era triste ver a un hombre tan dispuesto como el, tan caído y triste.
Después de estar un ratote con Tosilos partimos. En el camino nos encontramos un montón de pastores. Me alegro tanto escuchar la voz de Don Quijote y oírlo decir que deberían el y Sancho convertirse en pastores mientras pasaba el año de castigo. Me encantó pensar en que don Quijote aun tenía ese espíritu caballeresco, que aún en el seguían vivas esas voluntades de ayudar a los demás. No se que pasaría después, solo se que a pesar de estar en un momento tan triste, en el retiro de Don Quijote, escuchar cosas como esas avivaban mi corazón y me hacían pensar en que aun existe la posibilidad de que las aventuras de Don Quijote no se acabasen tan pronto. El milagro por el cual había pedido al parecer se me estaba concediendo.
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